Un efecto duradero de esta pandemia será una revolución en las expectativas de los trabajadores
Hay un tema que esta semana me ha fascinado, pero al que no he llegado a tiempo para la edición de hoy. Se trata de la búsqueda de causalidad en el mar de las correlaciones de los estudios económicos llevada a cabo por los nuevos premios Nobel de economía ¿quizás para una edición suelta durante la semana? Quizás
Vamos con lo más leído del Causas y Azares de la semana pasada. Destacó Extremoduro versionando a Tabletom (Youtube), seguido del hilo de Andrew Wilkinson y su adicción a la dopamina. El tercer tema lo vuelvo a enlazar dentro de uno de las secciones de la presente edición, así que saltamos al cuarto: uno sobre inteligencia e intolerancia
Mantener restricciones frente al covid-19 que no sirven tiene un precio
Melbourne tiene el récord de mayor confinamiento por la crisis del covid-19, llevan 260 días y con algunos más por delante hasta su final. El escenario que pinta Megan Goldin en The Telegraph (en inglés, requiere registro) es el de fuertes restricciones mantenidas durante meses en el intento de mantener una política de “covid cero”: toques de queda, cierre del parlamento, “brigadas del balcón” de ciudadanos que vigilan a los demás con líneas especiales para llamar a la policía, prohibición de las protestas organizadas, guardias que vigilan los parques infantiles.
Además del fuerte y mantenido recorte de libertades, la pieza apunta a que los ciudadanos están quemados y hartos, por lo que han empezado a saltarse restricciones, las que tienen sentido y las que no. La imagen que refleja la autora es distópica, “en un parque cerca de mí, los niños en patinetas huyen cuando se detiene un coche de policía. Es como una escena de RoboCop”
Mi sensación con la pieza de Héctor G. Barnés es que empezamos aplicando el principio de precaución tarde y tocó mostrar que se reaccionaba con fuerza. A eso sumaría que cuesta mucho menos imponer una retricción que quitarla. Con esto llegamos a “todas esas estúpidas medidas anticovid que nadie quiere quitar tienen algo en común”. Sucede como en el caso anterior, cuanto más sabes del fundamento de muchas de las medidas más ganas tienes de saltarte casi todo
Mantener las mascarillas en España y argumentar para ello la lucha contra la gripe y otros virus estacionales es, cuando menos, discutible. En la pieza de Marcos Domínguez en El Español se recoge la posición de Rafael Toledo, catedrático de Parasitología de la Universidad de Valencia: además de efectos protectores, “el uso persistente y masivo de las mascarillas tiene unas consecuencias y hay que hacer una valoración”
Un efecto duradero de esta pandemia será una revolución en las expectativas de los trabajadores
“La fuerza laboral norteamericana vive un momento en el que muchos de los empleados quieren y están cambiando de trabajo a unos ritmos no vistos desde hace años, después de lo vivido durante la pandemia de la Covid-19”. Hubo quien lo vio venir - como Anthony Klotz explica en esta pieza de Arianne Cohen en Bloomberg (en inglés, requiere registro) publicada en Mayo - y desde entonces no ha hecho sino aumentar el número de trabajadores estadounidenses que ha dejado su empleo: un total de 4.3 millones en Agosto. Sólo en la categoría “alojamiento y servicios de comida” ha renunciado el siete por ciento (insisto, este dato es de sólo un mes)
Explorar en los perfiles y las posibles motivaciones es una tarea fascinante. Arantxa Herranz en Xataka y Derek Thompson en The Atlantic (en inglés) traen datos, pistas y reflexiones que tienen como común denominador la experiencia vivida con el covid-19: el regreso a la oficina y al trabajo presencial mientras se desea teletrabajar o tener flexibilidad (Carmen Sánchez-Silva en El País tiene una pieza sobre “Frustración y depresión al volver a la oficina”). Se puede argumentar que esta razón podría ser la de quien puede aspirar a teletrabajar y lo ha experimentado, pero en el sector servicios Thompson apunta a un aumento de la “rudeza” y mal comportamiento de los clientes, enfadados e impacientes, que ha empeorado la experiencia del trabajo de quiene están cara al público.
Algo que hace de pegamento para este hartazgo del trabajo entre profesiones es que muchas familias han experimentado lo que podría la vida del siglo XIX: trabajar en casa, cocinar en casa, cuidar a los niños en casa, entretenerse en casa e incluso educar a sus hijos en casa. Aaron M. Renn llama a esto “la familia do it yourself” (IFS, en inglés) y apunta a que ésta vuelve a ocupar un lugar más central que el trabajo y lleva a una nueva forma de ver el empleo en los estadounidenses, menos dispuestos a trabajar de más. El informe de Microsoft sobre el trabajo híbrido (lo siento, de nuevo en inglés) es ilustrativo, señalando que el 39 por cierto de los trabajadores se siente quemado. Robert Reich lo llama “una huelga general no oficial” en The Guardian, apuntando a algo que tendría en cuenta del contexto USA: el desempleo ha vuelto a bajar al 4.8% (NYT). Siendo éstos los números, parece que los estadounidenses están renunciando a trabajos para irse a otros.
Por eso, aunque recupero aquí el tema de Irene Sierra que ya apareció en la lista la semana pasada, sobre abandonar un trabajo sin tener otro a mano para quedarte parado, la situación en Estados Unidos en la que resulta muy probable volver a encontrar empleo no es extrapolable a España
En este punto en que muchos están calibrando si su trabajo le hace perder horas para ir y volver además de las que pasa allí, este tema de Andrés Mohorte en Magnet constata un escenario contraitutivo: el número de horas que dedicamos al ocio, al tiempo libre, lleva años cayendo al mismo tiempo que nuestras horas laborales se han reducido. Se cita la hipótesis de que ahora dedicamos más tiempo a ejercer de padres helicóptero, pero no acaba de cuadrarme demasiado, la parte en que mezclamos cada vez más trabajo con vida personal me convence algo más como explicación. Como apunta Román Ramírez, esa visión de lo que iba a ser “el empleado del futuro” que mezcla vida personal y laboral hay mucha gente que no lo está comprando
Cerramos el círculo con Klotz, el que primero hizo circular la expresión “La gran renuncia”. En la pieza de Aki Ito en Insider (en inglés) predice ahora que muchos de los pioneros que dejaron el trabajo hace meses a la búsqueda de más flexibilidad acabarán pidiendo volver a su anterior compañía. Su consejo para las empresas es que abran las puertas a estos “empleados boomerang”
La sección de cultura te vende y te alecciona
“La cultura retrocede ante la imposición de un nuevo buen gusto convencional y la ausencia de crítica” Alberto Olmos lanza una enmienda al periodismo cultural en España al que acusa de escaparatistas. “El periodista, o escaparatista, cultural juega para los editores, las discográficas, 18 suecos y un puñado de festivales de cine. Juega para las plataformas de vídeo y los servicios de ‘streaming’. Juega para los artistas consagrados, millonarios y endiosados. Juega para la moda y para la corrección política. Es decir, juega contra el público. Juega contra usted”
Mi impresión es que hay una mezcla de factores y de razones detrás de lo que Olmos denuncia (y con lo que estoy en parte de acuerdo): en digital se persigue mucho más lo que da audiencia y eso desnivela la cobertura (se otorga visibilidad extra a lo que ya tiene éxito y está siendo buscado) y en general se sube al tren del hype. En otros medios dónde sí veo el fenómeno que apunta es en la televisión, en especial en la pública, que desde la idea de promocionar la cultura se convierte en una suerte de vendedora. Ha habido respuestas, claro, Francesc Miró en Twitter apunta a las condiciones de las redacciones; Mónica Zas en El Diario argumenta que se confunde “crítica con odio y periodismo cultural con crítica”
En mi lado considero que mi mayor problema con el periodismo cultural no es tanto el de la promoción de obras sino su punto de partida que muchas veces es el de “lo personal y lo cultural son políticos” y que la sección de cultura está para separar lo puro de lo impuro, lo que moralmente e ideológicamente está en el lado correcto (en el de los redactores del medio) de lo que no para así poder aleccionarnos y educarnos. Esto conecta quizás con parte del discurso de Olmos, para estos periodistas culturales la valoración de la obra gira en torno a sus valores y cuánto predica “lo correcto”
Palpitante en las secciones de culturas esta noticia, en la que Lorena G. Maldonado está contra el premio Planeta a “Carmen Mola” en El Español (en este caso reconozco la fenomenal troleada que supone toda la historia). Por su lado César Casal llama al mucho más desapercibido nuevo premio nacional de narrativa “el Emmanuel Carrère gallego” en La Voz de Galicia
Cajón de sastre
Me ha gustado mucho el discurso de Nuno Carto en la entrevista que le hace Saray Marqués en Magisnet. Fue Ministro de Educación entre 2011 y 2015, considerado uno de los artífices del éxito educativo de Portugal. Explica, “Los estudiantes que comenzaron la Primaria en 2011 y terminaron el primer ciclo (4º grado) en 2015, en una época con más atención a las matemáticas y al portugués, el foco en el currículo, más evaluación, metas bien establecidas, lograron que los resultados subieran y que Portugal se situara en cabeza, por encima de Finlandia”. En la pieza indican que el caso portugués es “un espejo en el que España se está mirando al rediseñar su currículo en el marco de la Lomloe”, pero veo muchas diferencias entre el discurso de Crato y el de las ministras Alegría y Celáa
Una disputa fascinante. El alcalde de Chipiona quiere poner a esta ciudad gaditana en los libros de texto como lugar de desembocadura del Guadalquivir en lugar de Sanlúcar de Barrameda. Antonio Villareal explica y analiza en El Confidencial los argumentos históricos, culturales, arqueológicos o marítimos que esgrime el alcalde
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“La obsesión por zanjar una discusión con una frase cortante, que humille al otro y obtenga el aplauso de las masas en las redes, es un mal simulacro del auténtico debate” Ricardo de Querol en El País “contra la cultura del zasca”
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